CERVANTES Y LOPE. VIDAS PARALELAS

jueves, 16 febrero 2017

Mary Shelley

Prólogo de Antonio Sánchez Jiménez. Barcelona, Calambur, 2015

Los nuevos y renovados aires de la editorial Calambur no podían haber comenzado de mejor manera a juzgar por este volumen titulado Cervantes y Lope. Vidas paralelas y firmado por Mary Shelley, autora, como sabemos, del mítico personaje de Frankenstein. El libro, así como la colección que encabeza, destila buen gusto por todos los costados posibles: una cuidada y elegante edición y un prólogo no excesivamente largo, a cargo de Antonio Sánchez Jiménez, pero lo suficientemente claro en su exposición como para calificarlo de divulgativo, aunque también con una notable rigurosidad investigadora, capaz de dotar al propio libro de esa esencia académica, sutil, viva, que destella, pero que no arde o hace arder sus páginas entre teorías, citas, datos perentorios y otras baratijas eruditas.

Y lo curioso es que, al leer este volumen, se tiene la impresión de estar frente a una novela cuyos protagonistas son estos dos genios literarios que la cultura española engendró en el seno de una nación forjada en el claroscuro ideológico y en el sinsabor áureo. Mary Shelley, cuya vida, intensa y resuelta por su firme personalidad, no podía hacer otra cosa al respecto para que su propia creación no se rebelara contra ella: en su participación, como autora, en los Literary Lives (cuyo fin era la divulgación de autores representativos de la literatura universal) no quiso dejarse llevar por la objetividad del simple biógrafo, sino que pretendió darles carne, vida o materia, a esos mismos personajes que daban perfil a una idea de lo español. Así queda bien reflejado en las páginas prologales, pero también en las líneas escritas por la propia Shelley, que vio en Cervantes al genio incomprendido por un marco histórico hostil a la genialidad más heterodoxa. No pasaría esto con Lope, a quien no le negaba la portentosa capacidad creadora y su sentido del espectáculo, pero sí dudó de su carácter renovador y enfrentado a ese mismo marco. Y en la mente de Shelley esto dibuja un trazo muy concreto: la aceptación de unas normas frente a la insurrección de un espíritu. Nadie mejor que esta autora para llevar a su propia vida tan delicado contraste.

Por tanto, la especial novedad del libro no puede ser otra que el hallazgo de unas páginas (si dejamos al margen la excepcional traducción, claro está) escritas por la célebre autora londinense, por primera vez en español, que no solo advierte su posicionamiento ideológico, tan avanzado a su época y con esos vestigios de feminismo heredados tal vez de su madre. Pero hay en el libro otro importante hallazgo que hace especialmente relevante apuntarlo: la visión de nuestros más celebrados clásicos más allá de las fronteras no se convierte aquí en un elemento de exotismo romántico, pues su carnalidad los hace más tangibles, más visibles desde la excepcional sensibilidad de Shelley. Por ejemplo, vemos cómo Cervantes deja de ser simplemente el autor de El Quijote, y se convierte, a los ojos de la escritora, en un personaje dentro de su propia vida, arrojada a una lucha a veces inútil por cambiar las cosas y perseverar en la mirada crítica. Lope, en cambio, no lleva a sus obras ese espíritu vitalista que tanto le caracterizó biográficamente. ¿Pedía Shelley autenticidad? Aplaude al que se rebela contra la maquinaria ideológica del poder que lo somete; discute, en cambio, con el sumiso que encuentra, en las grietas de lo superficial, un modo de destacarse, de reivindicarse, pero sin romper con los poderes fácticos. No sé a qué o quién les suena, pero los dos son producto de la mano del hombre y en cambio son distintos, representan valores y modos de vida también distintos, con un éxito, igualmente, distinto. Mary Shelley supo sobreponerse, en lo posible, a su época, con su voz y sus actos y quiso dejarlo por escrito en todas sus novelas, con ese sesgo biográfico que tanto las caracterizó. Cabe no perder la oportunidad de asomarse a esta ventana literaria, pero sin el ánimo académico como pretexto: hágase con la voluntad del lector de historias, aquel que, junto al fuego, busca que le den más motivos para seguir oyendo una aventura, un suceso, un conflicto y un final, feliz o no esta vez, con dos personajes que tanto o tan poco conocemos en verdad. El final de la historia, en cambio, no puedo contárselo en esta ocasión.

Sergio Arlandis

Poeta, profesor, crítico literario

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