DE MUSAS, AEROPLANOS Y TRINCHERAS. POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA

miércoles, 03 octubre 2018

Julio Neira

Madrid: UNED, Arte y Humanidades, 2015, 366 págs.

De musas, aeroplanos y trincheras. Poesía española contemporánea, tal es el título del último libro de Julio Neira, Catedrático de Literatura Española de la UNED, que acaba de publicar en la editorial de tal institución universitaria, en una elegante edición con una espléndida portada: un óleo, titulado Lejanías, de Mar Llorente. El volumen reúne veinte trabajos de investigación centrados en figuras fundamentales de la poesía española del siglo xx y del siglo xxi, ya que los escritores analizados se corresponden con los últimos cien años de la historia de la literatura española. Y en realidad se extienden desde la significación y trascendencia de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez y su relevante influencia en la que se llamó joven literatura en los años veinte y treinta en España, es decir la para bien o para mal llamada generación del 27, hasta uno de los poetas más representativos de las primeras generaciones del siglo xxi, Lorenzo Oliván, a través de su último libro Nocturno casi (2014).

Las perspectivas de análisis empleadas por Neira en este libro son de lo más diverso, con lo que consigue una amenidad y una claridad que sin duda ha de redundar en el beneficio de los futuros lectores, sobre todo los estudiantes universitarios a los que el libro parece que va destinado, ya que uno de los propósitos del volumen es recoger trabajos dispersos publicados o no previamente, pero expuestos en diversos foros. Algunos de los volúmenes en los que fueron recogidos están agotados o fueron ediciones no venales, que apenas tuvieron difusión a través de los medios habituales. Hay trabajos histórico-documentales, para cuyas elaboración y conclusiones el autor se ha basado en una documentación inédita imprescindible para valorar el producto final: un poema, un libro de poesías. Los hay dedicados a espacios generacionales, movimientos, épocas y tendencias y los hay que examinan una trayectoria a través del tiempo y de la historia o una obra concreta de un determinado autor.

En las palabras preliminares de presentación de este volumen lleva a cabo Julio Neira unas consideraciones metodológicas acertadísimas al asegurar que la investigación literaria no debe convertirse o llegar a ser una ficción, sino que se ha de basar en el análisis fundamentado de un texto y argumentado siguiendo las reglas de un método científico basado en el pensamiento lógico, de manera que el investigador no debe establecer una hipótesis previa, sino que ha de llegar a ella una vez que haya contrastado los datos de que dispone, tanto desde el punto de vista estrictamente literario como biográfico, social, histórico o artístico. Así podrá llegar a la más certera interpretación y logar explicar el sentido exacto de ese texto.

Nada hay más simple que la función de todo profesor de literatura que se ha de esforzar en que el estudiante sea capaz de leer un texto, entenderlo y saber explicarlo: tres fases de una operación metodológica imprescindible en el trabajo del filólogo. Neira recuerda en estas páginas preliminares que la Filología nació para hacer accesibles a los lectores las obras de la antigüedad clásica. Se trata de facilitar la comprensión de un texto, de una obra, de un fenómeno literario y la claridad, la nitidez y la naturalidad ahí son imprescindibles, sin introducirnos en farragosas y complejas terminologías que oscurecen más que aclaran, enturbian y complica más que resuelven…. Y la literatura en su historia.

Al fin los profesores de literatura somos historiadores de la literatura y cada texto en su tiempo y en su época surge con su propio significado no unívoco, pero sí abordable. Señala el autor que en Filología no suelen producirse conclusiones unívocas: la polisemia del texto poético puede dar lugar a interpretaciones diferentes y no necesariamente contrapuestas. Y en ello, afirma Julio Neira, está su grandeza. Y ahí es donde juega un papel fundamental la sensibilidad del investigador.

Interesa hacer algunas reflexiones al hilo de la lectura de este libro sin ánimo de polemizar con el autor. Me refiero a dos cuestiones utilizadas o tratadas en el volumen que merecen una consideración especial. La primera se refiere al término «Edad de Plata», que se ha hecho común en los estudios literarios desde que lo pusiera en marcha José Carlos Mainer, nada menos que en unos cursos que impartió en 1974, y desde esa fecha a través del libro así titulado, La Edad de Plata (1902-1936) Ensayo de interpretación de un proceso, se ha difundido y fijado como una etiqueta indeleble que tanto ha perjudicado la objetividad y la valoración de excelentes escritores, en los estudios literarios de esta etapa. Julio Neira la utiliza para enmarcar sus trabajos referidos a escritores anteriores a la Guerra de España, como siempre la llamo, porque lo de Guerra Civil es un oxímoron absolutamente reprobable, que mejor debemos olvidar. Pues bien, si mis informaciones no fallan la Edad de Plata es el nombre que se suele dar a un periodo histórico particular que se considera sucesor o emulador de una anterior Edad de Oro, aunque su valor sea inferior, como el de la plata frente al del oro.

La expresión se acuñó como una de las cinco Edades del Hombre descritas por Hesíodo, y que comienzan con la creación del hombre a partir de las piedras arrojadas por Deucalión y Pirra tras un diluvio. Y en el campo de la literatura donde se utilizó en origen fue para designar un período de la literatura latina, la llamada edad de plata, que comprende el periodo desde la muerte de Augusto hasta el fin del reinado de Trajano (dese el año 14 hasta el año 117 de nuestra era) Se cultivan todos los géneros, pero en esta época, ya de decadencia, se cae con frecuencia en la ampulosidad y el amaneramiento. Era la época de Patronio, de Fedro y de Tácito y en ella despuntaron los españoles Séneca, Quintiliano, Lucano y Marcial. Ellos en la plata, y en el oro Virgilio, Horacio, Ovidio, Catulo, Tibulo, Julio César, Tito Livio y Cicerón.

Pero, si nos trasladamos a la literatura española, por lo menos a mí, me cuesta mucho considerar de plata a escritores como Galdós, Clarín, Alarcón, Valera, Pereda, la Pardo Bazán, Unamuno, Valle- Inclán, Antonio Machado, Pío Baroja, Azorín, Ortega y Gasset, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Rafael Alberti o Gerardo Diego. Por eso, quizás, fue este último el que prefirió hablar en lugar de la tan discutible Edad de Plata de un Segundo Siglo de Oro para las letras españolas.

Otro de los asuntos tratados en este excelente libro en el que me gustaría detenerme es el de la etiqueta generación del 27, al que se refiere en detalle Julio Neira en uno de los capítulos del libro. En todo caso, efectivamente, en los últimos años se ha discutido mucho sobre si la denominación «generación del 27» o «generación de 1927» es acertada o no, si ha sido un gran error o un sistema de promoción de un determinado número de poetas amigos; se ha debatido sobre si es pertinente o no el término de «generación» a la hora de establecer los períodos de estudio de la literatura; se ha escrito y se ha polemizado hasta extremos sorprendentemente negativos sobre si el Veintisiete existió o no. Y lo más interesante es que nadie se ha preguntado quién fue el inventor del término «generación del 27».

Sabíamos que Dámaso Alonso, en su artículo «Una generación poética (1920- 1936)», en 1948, fue el primero en atribuir el término «generación» para los poetas de su grupo. Pero se desconocía quién es el autor del nombre dado a esa generación con el guarismo «1927», que Vicente Gaos lo utiliza ya en 1965, pero prefiere denominarlo grupo poético y que Joaquín González Muela y Juan Manuel Rozas en 1966 ya usan abiertamente el nombre de «generación poética del 27».

Una de las cuestiones más interesantes para valorar la repercusión de la etiqueta es preguntarse ¿quién inventó el término completo «La Generación del 27»? Importantes aportaciones sobre este punto ofrecen Andrew A. Anderson en su libro El Veintisiete en tela de juicio (2005), al que se refiere Julio Neira en su libro. Atribuíamos tal mención a Ángel Valbuena Prat, y así lo publicamos en Monteagudo (2000), en el que señalábamos que Valbuena en su Historia de la literatura española, edición de 1957, incluye dos capítulos dedicados a «La generación de 1927», por primera vez en su famosa historia.

Y, además, explica por qué utiliza ese término. José Carlos Mainer en 1998 («Sobre el canon de la literatura española del siglo XX»), como señala Anderson, reconoce que «nadie sabe a ciencia cierta cuándo se juntaron por primera vez la fecha mágica y el concepto», y, en un artículo publicado en la revista de Yecla Montearabí, en 2000 (número 30), José María Martínez Cachero señala que no sabría precisar cuándo la designación entró en los manuales de literatura. Pues bien, podría respondérsele que, por lo menos, en 1957 y en el manual de Valbuena Prat, ya está ese término completo consagrado.

Anderson señala que la fecha se adelanta a 1953, al artículo que el mismo Valbuena Prat publica, aunque ya no en un «manual» de historia literaria, sino en Correo Literario, 1 de noviembre de 1953, con el título de «La Generación del 1927 vista al cabo de veinticinco años», lo que supone que siga siendo el responsable Ángel Valbuena de la difusión del término en España.

Como recuerda Julio Neira, Anderson en su libro refiere con detalle quién fue el inventor real del término: exactamente Juan Chabás, quien ya utilizó el término completo «Generación del 1927» en 1944, en la Nueva historia manual de la literatura española, aparecida en Cuba (La Habana, Cultural, 1944) aquel año. Luego Ángel del Río, en 1948, recoge la propuesta, sin identificar su fuente, que tiene que ser Chabás, cuando escribe lo siguiente, en su Historia de la literatura española, publicada en Nueva York, en The Dryden Press: «En cuanto a la fecha en que esta generación se incorpora plenamente a la literatura, Salinas la sitúa entre 1925 y 1928. Alguien ha propuesto, y nosotros aceptamos, un año intermedio, el de 1927», justificándolo por ser los años de La Gaceta Literaria, del centenario de Góngora y el intermedio entre 1926 y 1929, cuando se publican los libros poéticos más significativos del grupo.

Pero en España el sintagma completo quien lo difundió fue Valbuena Prat, a través de su Historia de la Literatura Española en 1957. En efecto, Ángel Valbuena Prat, que en su Historia de la Literatura Española (que ya había visto dos ediciones en dos volúmenes, la de 1937 y la de 1946, y otras dos en tres volúmenes, en 1950 y 1953), al realizar una serie de reformas y ampliaciones, en la edición de 1957, introduce partes nuevas y amplía otras.

Las ediciones desde 1937 hasta 1953 ya habían ofrecido, en dos capítulos, un panorama de la literatura última o literatura joven, en los que había incluido amplios apartados dedicados a los poetas de su generación, partiendo de uno titulado «La poesía pura: Diego, Lorca, Alberti, Guillén, Salinas», con epígrafes dedicados a «La nueva poesía. El momento revolucionario. El “ultraísmo”», siguiendo con «Gerardo Diego, creacionista y humano », «El soneto en Diego y sus “Ángeles de Compostela”», «La poesía popular de Federico García Lorca. Su esencia granadina », y continuando con Alberti y Guillén y terminando con Salinas. En un segundo capítulo, titulado «Humanismo, poesía, teatro y prosa» estudia a Dámaso Alonso para seguir con Cernuda, Prados, Aleixandre, Altolaguirre y otros.

Pues bien, en la edición de 1957, los poetas de esta época están distribuidos de la misma forma y los epígrafes ya establecidos no se cambian, pero sí la titulación de ambos capítulos, que pasan a denominarse: «La generación de 1927: la poesía pura: Diego, Lorca, Alberti, Guillén, Salinas» y «La generación de 1927: humanismo, poesía, teatro y prosa». Y añade al frente del primer capítulo el siguiente párrafo, que figura a partir de la edición de 1957 añadido dentro del epígrafe «La nueva poesía. El momento revolucionario. El “ultraísmo”»: «Hemos escogido el nombre de “generación de 1927”, por creerlo el más significativo, para las importantes figuras que nacen en torno a 1900. El centenario de Góngora, la revalorización del poeta barroco, y la participación de todos los poetas e importantes prosistas en esa fecha, llevan un “supuesto” de grupo y de actitud.» Para, a continuación, reproducir ya sin variaciones su capítulo de las ediciones anteriores.

No hay duda por tanto de la importante influencia de Valbuena Prat, que responde a las cuestiones planteadas por Mainer y Martínez Cachero, ante aludidas, aunque hay que añadir que el concepto de «generación poética» ya lo acuña Dámaso Alonso en 1948, en su conocido artículo publicado en la revista Finisterre (I, 3, marzo de 1948), «Una generación poética 1900-1936», que luego recogería en Poetas españoles contemporáneos (Madrid, Gredos), donde ha alcanzado una extraordinaria difusión (ediciones en 1952, 1958, 1965, 1969, 1978 y 1988).

Organiza Julio Neira los veinte estudios de su libro en dos grandes partes: «Edad de Plata (1900-1936)», y «De la Guerra al siglo xxi». La primera acoge muy interesantes aportaciones, comenzando por las complejas relaciones de Juan Ramón Jiménez con los que fueron, quiéranlo ellos o no, sus discípulos, los componentes de la generación siguiente, los de la «joven literatura», como se les denominó en la década de los veinte. Las relaciones de Antonio Machado con las décadas posteriores recuperan nuevas perspectivas, pero en todo caso, son los ensayos dedicados a los poetas del 27, con Moreno Villa al frente (examinado a la luz del interesante binomio fundamental en la época de tradición y vanguardia), los que suponen las aportaciones más relevantes y bien documentadas del libro.

Observemos, por ejemplo, los estudios dedicados a la fotografía o las ediciones en relación con esta generación, como lo es muy novedoso el capítulo dedicado a los heterodoxos y transgresores, los otros poetas del 27. 1927 es centro de actividades que son examinadas desde el punto de vista histórico como se hace en el caso de Rafael Alberti en torno a esa fecha mítica, en pleno fervor por Góngora en su tercer centenario, o la llegada de Pablo Neruda a España, que fue el inicio de una relación tan apasionante como contradictoria, como todos sabemos.

Y dos trabajos sobresalen finalmente en esta parte: los referidos a las heroínas de la Edad de Plata y el estudio de la ciudad en la poesía contemporánea, trabajo que muestra las capacidades ya sobradamente probadas en otros estudios por Julio Neira, de la relación del poeta y la ciudad, siempre con Nueva York como referente imprescindible de esta sugerente e inagotable relación. 

De una época brillante y emprendedora pasamos a los años más negros de nuestra historia literaria reciente: los años de la Guerra de España y de la Posguerra, y en el espacio y en el tiempo del enfrentamiento bélico fratricida no podía faltar la figura única del gran Miguel Hernández, entrevisto en este libro en sus actividades durante la contienda, cuando Hernández, el esposo soldado, culminó una de sus más apasionantes etapas en su creación poética. Se representan a continuación las facetas más características de la literatura posterior: el exilio, con Luis Cernuda en Gran Bretaña; y el exilio interior, con Vicente Aleixandre y el proyecto de un libro, Desamor, que no se llegó a publicar, y que Neira en uno de los más veteranos ensayos del libro documenta con su habitual precisión.

Los años de Posguerra alumbraron poetas excepcionales, como es el caso de Muñoz Rojas o Blas de Otero, pero también sufrieron privaciones y censura, como se estudia en el trabajo dedicado al poeta bilbaíno. Otros fueron lejos, como es el caso de Caballero Bonald y la revolución cubana o el ocaso en Manhattan de José Hierro frente a Nueva York, mientras la poesía de un profesor universitario, Juan Manuel Rozas, completa una visión abarcadora de temas misceláneos que culmina en los estudios finales dedicados ya a los coetáneos: Luis García Montero y Lorenzo Oliván, cuyo libro, ya de 2014, cierra esta visión de poetas del siglo xx y del siglo xxi que este volumen contiene.

El libro ofrece pues en sus casi cuatrocientas páginas muchas formas de aproximarse a la poesía, y en concreto a la poesía y los poetas contemporáneos nuestros, del siglo xx y del siglo xxi. Y como la historia de estos últimos cien años en España ha sido como ha sido, la poesía nos ha transmitido, a través de la voz y la palabra de tantos creadores egregios, lo que este último siglo ha logrado o conseguido: mucha poesía, una fabulosa vanguardia y una horrorosa guerra y su consiguiente posguerra, extremos o partes de un todo que parece recoger muy bien el acaso enigmático título del libro: De musas, aeroplanos y trincheras…

Francisco Javier Díez de Revenga

Universidad de Murcia

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