POLÍTICAS POÉTICAS. DE CANON Y COMPROMISO EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

miércoles, 25 noviembre 2015

Araceli Iravedra (ed.)

Madrid: Iberoamericana, 2013, 260 pp.

El debate actual en todos los medios de comunicación parece claro: son tiempos de cambios, que no permiten quedarse indiferentes en el margen del camino. La sociedad, así como todas sus manifestaciones y estratos, necesita involucrarse en ese mismo cambio ¿hacia qué? ¿para quién? Esa es la cuestión: las letras y los letrados quieren formar parte de ese giro (¿drástico?) cuya dirección parece disolverse en ideologías pujantes y, en cierta medida, hasta extremas. Pero a pesar de tan loables intenciones, siempre queda una herida abierta, como irresoluta: ¿hasta dónde llega el compromiso como movimiento en marcha? Ya se sabe que, a pesar de las honestas intenciones por hacer de la poesía un «arma cargada de futuro», la propia poesía no cambia la dirección de los hechos, no nos alimenta, no acaba con el paro, no resuelve los debates sociales: sólo nos abre la brecha, nos anuncia que existe una hemorragia más profunda, mucho más inquietante, pues devuelve la imagen del ser humano en su propio conflicto como ser social y una preocupante carencia de valores que tanta desorientación y hastío nos producen.

Que sea difícil cualificar y medir hasta qué punto la poesía puede transformar los hechos sociales no implica que no se deba analizar como fenómeno. Claro está, un poema no es un decreto-ley. Porque queda visible que es una nueva variable de los caminos actuales por los que va transitando la propia poesía, ya no sólo en el interés creativo y escritural, sino también en el lector o en los intereses críticos. Y, como resulta pertinente, hay que diseccionar el fenómeno como tal: la revelación se transforma en rebeldía, el pensamiento débil evoluciona hacia el inconformismo, la pluralidad de perspectivas en discursos alternativos desde la periferia de los núcleos ortodoxos de poder y, por supuesto, discutir (no sé qué sería de la crítica literaria sin esta palabra a pesar de que hoy en día muchos estudios han perdido el comprometido gesto de problematizar con otros estudios) ese canon poético actual que, decididamente, ha querido forjar un cambio desde el yunque de la experiencia.

La profesora Araceli Iravedra, cuya trayectoria como estudiosa de la poesía española actual está fuera de toda duda, nos presenta, en este volumen titulado Políticas poéticas. De canon y compromiso en la poesía española del siglo XX, una selecta selección de estudios de diferentes y reputados estudiosos, que pretende no sólo poner sobre el marbete de esa conflictiva relación que existe entre canon y compromiso, sino también mostrarnos cómo ha sido dicha relación y qué grado de lesiones (metafóricas, claro) se han provocado entre sí. En sus páginas introductorias, cuya lucidez expositiva (aunque condensada y, en cierta medida, breve) ya justifica de por sí la tenencia del volumen, Iravedra lanza un desafío crítico ineludible: «La noción de compromiso aparece, a esta luz, como una instancia indispensable para conocer las relaciones entre literatura, sociedad e historia, esto es, la correlación entre la serie literaria y las otras series culturales y sociales», por lo que— y sigo ahora parafraseando a la propia autora— si la poesía es un hecho social, lo es también histórico y necesita una revisión como artefacto historiable o que el canon pretende historiar. Es lícito, pues, preguntarse por el cómo se pretende y qué se excluye.

Decíamos que el desafío era de gran intensidad: no tanto por el objeto de estudio sino más bien por la carencia, hasta la fecha, de «luz» en la valoración de cómo el canon ha involucrado el compromiso como alternativa, tanto de lectura como de escritura. Y para tan arriesgado objetivo el volumen ha querido contar (ya lo dijimos) con un elenco de críticos de primera línea que, sin duda, ayudan a su compiladora a arrojar esa misma luz y a conseguir (muy sobradamente) los objetivos clarificadores. Así, tenemos la valiosa aportación de Juan Carlos Rodríguez, con su capítulo, titulado «El compromiso y el Modernismo (la “conciencia absoluta” y el imaginario poético de Juan Ramón Jiménez)», ya no sólo por la novedad que pueda resultar enlazar términos que, hasta la fecha, han quedado tan dispares en sus respectivos caminos: Juan Ramón Jiménez y el compromiso (incluso con la sombra de Rousseau de fondo). Pero la aportación de este texto excede las costuras de esta relación, pues las conclusiones a nivel general, en la teorización de cómo el canon se retroalimenta y se justifica, resultan todavía más relevantes, pero cabe tomarlo a partir de una lectura en clave, entre líneas, tras afirmaciones tales como: «No es lo mismo la poesía pura, en su carácter de casi inocencia infantil, según Juan Ramón, que la obra pura, que es ese deseo de verdad y de fusión con lo absoluto con que termina la Segunda antología»; o «El problema de los estudiosos de Juan Ramón Jiménez es llegar a observar qué significa corregir en Juan Ramón», por ejemplo. Y esto nos lleva a una pregunta velada: ¿hasta qué punto hemos leído la poesía juanramoniana bajo el yugo de un canon interpuesto entre su lectura crítica y la necesidad de englobarlo en una burbuja canónica?

Otra línea que sigue ganando más auge entre los lectores ávidos de puntos de vista problematizadores, pone, en el filo de la palabra y del análisis, la otra cara de la vanguardia literaria. Miguel Ángel García, tan certero siempre en sus análisis, nos llama la atención sobre este mismo debate con su texto «Vanguardia, avanzada, revolución (1927-1936). La querella del canon poético y del compromiso». Parece muy interesante esa primera visión que hace sobre las teorías de Bloom y sus justificaciones: hasta qué punto, pues, el compromiso constituye un canon o, sin embargo, es un punto de resistencia ante el mismo, de alternativa obligada quizá por el punto de equilibrio necesario. Pero esto (y cabe retomar las afirmaciones de Culler) puede producir una expansión de los cánones humanísticos y, por tanto, la disolución del concepto canon como línea única. Y para llevarnos hasta este punto el texto de Miguel Ángel García pone en entredicho las diferentes lecturas que se han hecho en torno a la vanguardia española, encauzada, casi en exclusividad, a través del 27. Entrarían aquí, pues, modelos de incompatibilidades que, en cierto modo, han forjado una tradición crítica al respecto: desde la mirada burguesa la lucha de clases sólo se convertía en luchas individuales y, por tanto, el compromiso era sólo una elección marginal, ocasional, dentro de un amplio horizontes de esteticismo; así, el conflicto era sólo un motivo estético de fondo, una pose que no acababa de conectar con las circunstancias sociales de la España que comenzaba a quebrarse irreparablemente.

Luis Bagué Quílez es otro de los críticos aquí convocados y su respuesta es, como siempre, acertada y precisa, mediante su texto «“Las cosas como son”: escritura autobiográfica y compromiso histórico en Miguel Hernández, Max Aub y León Felipe». Cierto es que la conexión entre sí no sorprende, ya que son tres autores perfectamente identificados por un tipo de compromiso social a través de sus poemas e, incluso, a través de sus acciones, pero la importancia del propio texto cabe encontrarla en la excelente catalogación que el crítico realiza del «yo social» y que viene a dar buena orientación para futuros investigadores por estos lares, sobre todo porque analiza, con breves pero contundentes apuntes, ese avanzar hacia el nosotros y acabar en la reconstrucción del canon desde la periferia geográfica y existencial: el exilio como eje de aprehensión de la realidad.

Con Laura Scarano y su texto «Autopoéticas del compromiso en el canon social de la posguerra española» el libro aporta una lectura externa a ese largo y confuso período de la llamada posguerra española. A veces es preciso poner sobre el escenario la historia y sus sucesión (no necesariamente dispuesta causalmente) y verla con la incredulidad de quien no espera disfrutar per-se del espectáculo, sino de entender por qué esas palabras son consideradas un fenómeno, una acción, con su propia incertidumbre, intriga, motivo desencadenante, trama, etc. No es que el texto pretenda ser pretencioso, sino que, desde la síntesis, se nos expone una visión panorámica de aquella etiqueta que tanto marcó a la poesía española de la posguerra (arco cronológico que tampoco queda muy definido): la poesía social. Pero no sólo— y ahí radica, a mi parecer, la gran novedad de este estudio— desde el punto de acercamiento historiográfico del hecho literario en sí, sino sobre todo desde su lectura y sistematización, es decir, desde su catalogación y ubicación dentro de unos estrechos márgenes de intereses entre lectores y autores.

Acaba este magnífico libro el artículo firmado por la propia Araceli Iravedra, titulado «“Después de este desorden impuesto” o las voces del posfranquismo (el canon del compromiso y el compromiso con el canon)». Conocidos son los estudios de la autora sobre la poesía de la experiencia y en este trabajo pretende, sin duda, ir más allá de la simple enumeración de nombres y etiquetas (desorden, lo califica) que salpican, no siempre con acierto, las listas de publicaciones. Y muy claramente lo apunta la propia Araceli Iravedra en su texto con afirmaciones como «esa realidad plural y proteica que ha resultado ser la poesía de la experiencia desaconseja las estimaciones generalizadoras y los juicios globales. Sin embargo, contra este modelo comunicativo sin distingos, y con especial rigor contra su principal valedor teórico, se alzaron a partir de los años noventa otras voces críticas que, si compartían con la propuesta de los sentimentales de Granada algunos presupuestos esenciales, disentían de su debilitamiento en las distintas formas de la vertiente figurativa». Ahí estriba, a mi parecer, el eje sobre el que se articula el artículo de Iravedra y sus postreras conclusiones: cómo se modifica, desde la base de una crisis (ya no tanto desde el concepto de ruptura) la urgencia y la divergencia de ciertas voces poéticas actuales.

Véase— y con esto pretendo ir cerrando este apunte lector— que el volumen no sólo es capaz de aunar voces académicas relevantes en torno a un único fuego (el compromiso y el canon), sino también se articula con una coherencia que, desde múltiples ángulos, nos parece elogiable: el recorrido del debate en las cimeras diatribas de la poesía española contemporánea toca de lleno los cinco dedos de esa gran mano que se tiende socialmente y que llamamos poesía comprometida. No se trata, pues, de un libro que busca problematizar, sino que añade una revisión clara al problema y eso, en estos tiempo de desconcierto en el que imperan conceptos como crisis, desorientación, iniciativa o necesidad, resulta, cuando menos, atrevido y diferente. No se me ocurren dos calificativos que puedan definir de una mejor manera este espléndido libro editado por la prestigiosa Editorial Iberoamericana.

Sergio Arlandis

University of Pennsylvania

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